Bogotá2

En una gran variedad de tratamientos estéticos, el cine colombiano actual cuenta historias personales, nacionales y universales. Tuve el privilegio de ver las 18 películas finalistas al premio Estímulos por Concurso del Fondo para el Desarrollo Cinematográfico convocado por Consejo Nacional de las Artes y la Cultura en Cinematografía y Proimágenes Colombia, como parte del Comité Evaluador de la Convocatoria 2014.  Y aunque ya sea una frase hecha lo de «nos costó mucho tomar una decisión dada la enorme calidad del material presentado«, lo cierto es que María Gamboa, mi colega en el jurado, y yo pedimos a la dirección del festival que consideraran aumentar la cantidad de premios, de uno a tres; no que lo dividieran sino que lo triplicaran. Tal vez porque estábamos en la tierra del realismo mágico, ¡lo hicieron! Y la foto registra el triple momento del anuncio del premio. Las películas ganadoras fueron: Violencia de Jorge Forero, producida por Burning Blue; Los espías de dios de Dario Armando García, producida por Dago García Producciones y Las tetas de mi madre de Carlos Zapata, producida por Alejandro Zapata. Lo realmente fantástico fue que pudieron aumentar así el premio gracias a la cantidad de público que va al cine en Colombia y la política de redistribuir parte de esos ingresos en el fomento de la producción de cine.
Sin exagerar, otro momento que agradezco de estos amables días de octubre en Bogotá fue ver Mateo, un largo dirigido por María Gamboa. Me conmovió la sensibilidad con la que muestra que el arte está siendo un camino por el que los jóvenes colombianos pueden escapar de la delincuencia y la violencia política en las que tantas veces se ven sumidos. Ojalá la estrenen pronto en España, me hizo llorar dos veces: la primera cuando…, no, jua, no se las cuento.
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